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Malinalco di fuoco. Seguridad pública en México: focos rojos

2013/08/08 - Attualità, Discussioni, Documento di: MG Colombo
Malinalco di fuoco. Seguridad pública en México: focos rojos

 

Riceviamo e volentieri pubblichiamo.

Zocalo_Malinalco

“Como mexicanos no podemos evitar sentir pena al constatar la forma en la que siguen operando nuestras instituciones de seguridad pública y de impartición de justicia. Después de dos administraciones de palos de ciego, había un atisbo de esperanza de que con el cambio de gobierno federal las cosas tomaran un nuevo rumbo. Los hechos no parecen abonar en esa dirección.
Una historia de la vida real. Hace dos años un grupo de ciudadanos voluntarios iniciaron un programa social en Malinalco, estado de México, dirigido a jóvenes de escasas oportunidades y en situación de riesgo. Después de superar muchas barreras, este esfuerzo culminó en la creación del Centro Juvenil Xolotitlán, en el barrio de San Martin, el barrio más antiguó, más numeroso y con mayores índices de marginación y pobreza de Malinalco. El Centro es administrado por estos jóvenes que gracias al apoyo y solidaridad de miembros de la comunidad, cuentan hoy con un espacio en el que se realizan talleres de aprendizaje de habilidades, actividades para niños, talleres para mujeres adultas y funciones de cine. En el mes de julio hubo días en los que se realizaron cuatro actividades distintas en dicho Centro.
Pero también existen historias paralelas. El 24 de junio se llevó a cabo la celebración de la fiesta de San Juan, en el barrio del mismo nombre. Ya entrada la noche, un grupo de jóvenes salió de ese barrio rumbo a la presidencia municipal en donde rompieron cristales, entraron a la comandancia y sustrajeron una decena de armas. Hecho muy grave desde todas perspectivas. En seguimiento a este evento, el 30 de julio, la secretaria de seguridad ciudadana del Estado de México emitió un comunicado en el que informa que el 28 de julio la policía estatal ubicó en el barrio de San Martin, en Malinalco, a ocho jóvenes que portaban armas largas y 4.1 kilos de marihuana. Al verse descubiertos, los jóvenes intentaron huir al monte pero la policía los persiguió hasta una cueva en donde al verse rodeados, los jóvenes optaron por rendirse y entregar las armas y la droga. Este es el reporte oficial.1
Sin embargo, la versión que tenemos de la gente de la comunidad sobre estas detenciones es muy distinta. A un muchacho lo sacaron a golpes de su casa a las tres de la mañana, a otro lo detuvieron saliendo de trabajar de un hotel local y a seis más los detuvieron afuera de una fiesta de quince años. Ninguno llevaba armas y mucho menos cuatro kilos de droga. No checan las versiones. Los muchachos llevan diez días detenidos y por las versiones de los padres que los han visitado, todos han sido golpeados y obligados a firmar declaraciones de culpabilidad.
Difícil saber en nuestro país cuando hablamos de policías y del poder judicial, cuál es la verdadera historia, pero existen unas historias más creíbles que otras. Una interpretación distinta de los hechos, basada en las versiones de miembros de la comunidad, apunta a que, ante la necesidad de dar resultados, la policía estatal armó un operativo para detener a ocho muchachos del barrio de San Martin, fueran o no responsables, les sembró las armas y la droga, los maltrató hasta obligarles a firmar declaraciones y los entregó al ministerio público con un caso “bien armado” que seguramente los jueces tomarán por bueno.

La gravedad de los delitos que se les imputan, aunada a la escasez de recursos legales y económicos por parte de los detenidos y sus familias, invitan a la quasi certeza de que estos muchachos, inocentes o culpables, pasarán muchos años de su vida, ahora si en la gran escuela de la delincuencia: las prisiones federales. Por lo menos en el caso de estos ocho muchachos, los esfuerzos como sociedad civil para abrirles nuevos horizontes a los jóvenes en situación de riesgo ya no serán necesarios. Su futuro está decidido. Y este es sólo un caso de cómo actúan las autoridades responsables de proveer seguridad e impartir justica en nuestro país.
Lejos de pretender proteger a quienes han cometido los delitos en mención, este caso invita a denunciar un sistema en el que por los vicios, trampas e irregularidades de policías, ministerios públicos y jueces, los inocentes pueden resultar fácilmente culpables, especialmente cuando se trata de gente de pocos recursos. Hace unos meses conocimos del caso de una extranjera involucrada con el crimen organizado, que gracias al respaldo de su gobierno y con muchos recursos detrás, logró que se revocara su sentencia por irregularidades en el procedimiento. Si ese fuera el tema, estos muchachos deberían ser puestos en libertad inmediatamente. Ciertamente no será el caso.
En una visión más amplia, este caso muestra que en nuestro país aún prevalece la visión de que la seguridad es un tema que se resuelve con la acción policial y no atendiendo las causas estructurales que dan origen a la inseguridad, como son la pobreza, la marginación, la ausencia de policías que trabajen con sus comunidades, la ausencia de cultura de la legalidad y apego al derecho por parte de las propias autoridades y el desconocimiento de las policías de las comunidades con las que tratan.
Este caso muestra también que el esquema de mando único en el que las policías estatales tienen mando jerárquico sobre las municipales, puede resultar el peor de los escenarios. Los estatales pueden hacer y deshacer en los municipios, incluso sin el conocimiento de las autoridades municipales. Mismo es el caso de autoridades federales, sean de policía o militares. La relación es jerárquica y de subordinación respecto de la autoridad municipal, pero las consecuencias sociales de las intervenciones se las dejan a las autoridades municipales que deben lidiar con una población lastimada, resentida y que se pregunta ¿en dónde están nuestras autoridades municipales? ¿dónde quedó el municipio libre?
Los países que registran los más altos niveles de seguridad pública tienen un factor en común. La base de sus sistemas de seguridad son las policías locales, integradas por elementos que conocen e interactúan cotidianamente con la comunidad, que son parte de la comunidad. Que saben quién es quién e identifican de inmediato cuando hay actores o situaciones que pueden poner en riesgo a la comunidad. En México optamos por el esquema contrario. Policías y fuerzas federales, a las que ahora se suman las fuerzas estatales, con todos los recursos y las facultades, por encima de las autoridades municipales, que no cuentan con los recursos, las habilidades, ni las facultades para hacer frente a los riesgos y amenaza a la seguridad de su comunidad. ¿No fueron suficientes dos sexenios de desaciertos en el ámbito de la seguridad pública para percibir la necesidad de dar un golpe de timón?”

da Analitica Internacional

Grupo Coppan

07/agosto/2013

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One thought on “Malinalco di fuoco. Seguridad pública en México: focos rojos

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